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Déjame te cuento... mi experiencia con el COVID

  • Foto del escritor: CITLALI GONZALEZ
    CITLALI GONZALEZ
  • 8 feb 2021
  • 5 Min. de lectura

Hablar de Coronavirus se ha convertido ya en un tema demasiado desgastado, demasiado renombrado, incluso un tema del que ya no queremos saber nada, y es justamente ahí de donde parte este artículo.


Anteriormente llegué a escribir diferentes artículos referentes al Coronavirus, tratando de crear conciencia en parte en los lectores, sin embargo, este virus deja de convertirse en un supuesto hasta que llega a tu vida y entonces, comprendes realmente la gravedad de la situación.


Las cifras no han cesado y los hospitales a punto del colapso.

Hace unos días justamente se hacía viral en la red un vídeo que muestra un poco la cruda realidad que están viviendo los paramédicos en México, la impotencia de recibir llamadas y no tener opción de ayudarlos, porque no hay a donde poder llevarlos, este virus no respeta, familias enteras contagiadas y lamentablemente muchos decesos y a pesar de la catástrofe que estamos viviendo, aún se escucha decir "El virus es mentira".

Por desgracia vivimos en una sociedad en la que ¡Mientras los muertos no sean mis muertos, no importa!

Desde que comenzó la pandemía mi familia comenzó a cuidarse muchísimo, incluso caímos en exagerar con los cuidados, llegando a un punto un tanto obsesivo, pero cuando vives con un adulto mayor debes cuidarte no sólo por ti, también por ellos, el cual fue nuestro caso, cuidarnos por nosotros y por la abuela, una mujer de 74 años que evidentemente entraba entre la población de alto riesgo.


Y así fue durante todos los meses que llevábamos de pandemía, hasta que lamentablemente en Diciembre del 2020 nos llegó el desgraciado virus, y sí, este virus no perdona, no importa que tanto te cuides, y al tener una tía doctora, que ves prácticamente diario por diversas situaciones de la vida y a pesar de que no estaba en "contacto con pacientes covid" llevó el virus a casa y nos enfermamos toda la familia.

Esto es algo tan terrible, hace unos meses se escuchaba de uno que otro conocido enfermo, todos lejos de casa, muy lejos, pero la situación se ha salido de control, enfermos, muchos enfermos y nosotros no fuimos la excepción.


Al oír "Positivo a Covid" sientes la muerte, sabes que es muy probable que mueras o que alguien de tus seres queridos muera, el diagnóstico aterra, genera miedo, tristeza e impotencia, en mi caso incluso odio, odio a todos aquellos que no se cuidan, que no usan cubrebocas, que van por la vida contagiando, que hacen fiestas y reuniones, odio, esa era la palabra, odio a cada una de esas personas, y unas ganas inmensas de que ellos estuvieran sintiendo lo que yo en ese momento.

¿Por qué nosotros? ¿Por qué si nos cuidábamos tanto? ¿Por qué mi tía tenía que ser doctora? ¿Por qué los doctores deben enfermarse por atender a personas que simplemente les vale cuidarse?

Los primeros días fueron "Tranquilos", pero la preocupación de que mi abuela se pusiera mal me aterraba, al día tres mi temperatura comenzó a subir, pero no podía permitírmelo, no podía estar mal, debía sentirme bien por ella, debía cuidarla y cuidar a mi Papá que también estaba enfermo, al que claro, por no ser grande, se puede creer no tendría tanta complicación, error.

Me obligué a sentir bien, comencé a levantarme de cama y no me permitía sentir mal

Tomamos muchos medicamentos desde el día uno, muchos jugos, tés de mil cosas diferentes, remedios asquerosos e incluso productos de regeneración celular, tomamos de todo, y aparentemente íbamos bien. Pero este virus es así y cuando crees estar saliendo, viene la complicación.


Desgraciadamente mi abuela y mi Papá comenzaron con problemas de neumonía, sus pulmones estaban totalmente dañados y por si no fuera suficiente, los niveles de coagulación de sangre de mi abuela estaban altísimos, por lo que existía un riesgo enorme de que presentará coágulos, lo cual complicaría aún más la situación.


Mi tía decidió internarlos en casa y entonces, en ese momento comenzó el calvario.

Conseguir tanque de oxígeno, medicinas que además están agotadas en la mayoría de las farmacias por lo que había que conseguirlas en farmacias muy, muy lejos, checar oxígeno cada rato, nebulizar, medicar, observar y no perder la fe, sin perder de vista que la muerte era una opción muy latente.


Nadie está preparado para despedirse de un ser querido, yo no lo estaba. No podía imaginar despedirme de mi abuela, de mi papá, no podía.

Fueron los peores días de mi vida, noches enteras sin dormir, velando su sueño, atenta a cualquier situación complicada, y rogando que no se murieran en mi cuidado.


No puedo explicar lo que fue ver a mi padre tan grave, ver a mi abuela intentando respirar porque el oxígeno le bajaba muchísimo, llorar a escondidas para que ellos no me vieran sufriendo y fingir ser fuerte.


Los días avanzaban y las mejoras eran muy mínimas, un doctor, dos, tres, cuatro, cada uno aportaba sus conocimientos, daba instrucciones y nosotros las seguíamos, conseguir medicamentos imposibles de conseguir, cuidados complejos que llevar y definitivamente la parte económica no está desligada al virus, es triste, pero es real, el tratamiento es muy, muy caro, los medicamentos son muy caros y muchas veces ni siquiera eso logra salvar la vida del paciente.



Era el día 18 cuando mi familia estuvo a punto de despedirse para siempre de mi abuela, su oxígeno estaba muy bajo, su frecuencia cardíaca altísima y ella estaba como en una especie de shock, se me estaba yendo, mi abue, mi segunda madre, la que había estado conmigo durante toda mi vida en momentos malo y buenos, en risas y tristezas, se me estaba yendo, ¿qué iba a ser de mi vida sin ella?.


Existe un dicho que dice que la medicina llega hasta donde Dios existe, ese día lo comprobé, y presenciamos un milagro, pues mi abuela regresó de su trance y en los días posteriores, comenzó a evolucionar favorablemente.


Poco a poco mi papá y mi abuela fueron recuperando la fuerza de sus pulmones, los niveles de coagulación de mi abuela habían bajado considerablemente, ya estaban en etapa de recuperación post covid, y con ello el alma regresaba al cuerpo.


Vivir el covid no es nada parecido a lo que se nos dice, nada, vivirlo es ver como se te va de las manos la posibilidad de que tu ser amado esté bien, es verlos morirse frente a ti y lamentablemente no todos pueden presenciar un milagro como nosotros.

Se están yendo padres, madres, abuelas, hermanos, las familias están quedando incompletas, la muerte está aquí, en medio de todos, y aún así no logramos abrir los ojos y entender.

Hoy mi abuela y mi padre están bien, sus pulmones no quedaron perfectos, pero libraron al covid, ya no tienen secuelas y para ellos fue como volver a nacer.

Pasamos días horribles, de angustia, de tristeza, pero estamos todos vivos, muchas personas que conozco no han tenido esa suerte.


Este virus vino a mover todo, a sacudir todo y a hacernos entender que tenemos que cambiar, no podemos ser egoístas y seguir pensando solo en nosotros, en nuestros propios placeres, mi tía se contagió salvando vidas, y eso llevó a poner a la suya en riesgo.


Los médicos no tienen porqué arriesgar a sus familias por la irresponsabilidad de unos cuantos.

Si tú lector, aún no pasaste por este horrible virus, cuídate, hazlo, no sabes si tú correrás con la suerte de mi abuela, no sabes si tu familia correrá con la misma suerte, cuídate, hazlo por ti y por los demás.


 
 
 

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