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El trazo de un nuevo camino: Matilde Landeta

  • Foto del escritor: Carmina Sumano
    Carmina Sumano
  • 14 dic 2020
  • 2 Min. de lectura

El cine mexicano forma parte de la identidad nacional en muchos sentidos. Lo que hoy en día visualizamos como un “clásico mexicano”, incluso lo que muchas partes del mundo evocan al pensar en México, está estrechamente relacionado al cine de oro mexicano, al rostro de María Félix o a los paisajes fotografiados por Gabriel Figeroa, o los largos bigotes de Jorge Negrete. Es imposible medir en qué porcentaje se aportó a lo que hoy en día llamamos lo “muy mexicano”, pero indiscutiblemente el cine forma parte de quiénes somos y con el concepto ciego al que ligamos nuestra nacionalidad.


Poniendo los cimientos de lo que sería el cine de oro, Matilde Landeta nos deja un legado en el cine nacional digno de admirar y seguir. Su pasión, entrega, terquedad y temple, desafiaron no sólo a un hombre, sino a sindicatos completos. El día de hoy, recorremos el camino que, para algunos estorbó, y que para otros, abrió una inmensa ventana hacia el cambio en el cine mexicano.


Cuenta la leyenda que Matilde fue de catorce años a un cine en Estados Unidos. El primer contacto que tuvo con un largometraje fue Old San Francisco, el cual la enamoró y adentró al revolucionario mundo del cine, un nuevo mundo donde podía contar historias con proyecciones en movimiento.


Después de una ruptura familiar por sus aspiraciones laborales, Matilde siguió trazando un camino para después reencontrarse con ellos y “salirse con la suya” teniendo a su familia y haciendo lo que más quería en la vida . En una época donde se complacía y no se hacía, desafió todos los estándares que se tenían de una “hija modelo”.


Caminando en la terracería de un medio lleno de hombres idolatrando hombres, Matilde Landeta entró en puestos generalmente ocupados por mujeres, sentada muy cerca al director como continuista. La observación y su intuición se convirtieron en herramientas para desarrollar sus proyectos y comenzar a crear sus propias obras.


En sus historias daba una nueva perspectiva al papel de la mujer en el mundo. Entre personajes sumisas o prostitutas, Matilde daba una visión real de pensamiento y punto de vista de una mujer inteligente que desafiaba a los estereotipos en todo aspecto.


Posiblemente si no hubiera desafiado a los sindicatos, quienes simplemente no querían pagarle por ser mujer, o si no hubiera hipotecado su casa para poder filmar sus películas, por falta de credibilidad para otorgarle un crédito fílmico, el día de hoy muchas mujeres no serían respetadas, reconocidas o incluso incluirlas en la industria cinematográfica.


Aún queda mucho camino que recorrer, al ser uno de los medios donde menos se reconoce el talento y trabajo que aportaron, aportan y aportarán las mujeres. Claro está que Matilde nos ha abierto un gran camino con sacrificio y valor ante cualquier adversidad y el seguir haciendo este camino más grande y amplio es un legado que podemos heredar a nuestras generaciones futuras.


 
 
 

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