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Miedo y ansiedad, respuestas naturales ante la amenaza.

  • Escritor de blog
  • 19 ago 2020
  • 7 Min. de lectura

Por: Magdalena Morales García


Todos hemos sentido miedo; ¿quién no ha sentido ese acelerado palpitar en el pecho, la tensión del cuerpo, el estómago revuelto, respiración irregular, el rostro pálido y las ganas de salir corriendo? Puede que te hayas sentido así ante un examen importante, una entrevista, un perro que te ladra, una decisión importante, la oscuridad, equivocarte, la enfermedad, fracasar, el COVID-19, el desempleo, o incluso involucrarte emocionalmente con alguien. Lo mas seguro es que quieras evitar estas situaciones para no tener que sentir la incertidumbre que viene con ellas, el problema es que en ocasiones, evitar las situación sólo empeora las cosas, hace pasar del miedo a la ansiedad y en ocasiones a la depresión.


Aunque es desagradable sentir miedo, en realidad es una respuesta natural de nuestro organismo ante estímulos que recibimos del entorno en el que nos desenvolvemos, lo que significa que si tus sentidos perciben una amenaza lo natural será actuar en consecuencia. Nuestro cuerpo tiene la bellísima habilidad de emocionarse, y es esta habilidad la que nos mantiene vivos y motiva nuestras acciones, las emociones son una reacción absolutamente normal en todos, y no solo es normal, también es útil y necesaria.


Cuando tenemos miedo nuestro sistema nervioso intenta darnos la rapidez y la fuerza física necesarias para defendernos o huir, tomemos como ejemplo el caso de Felipe. Felipe es una persona común que regresa a casa después del trabajo y debe atravesar un callejón oscuro. Hasta ese momento él va pensando en la última película que vió, y está a medio callejón cuando escucha algo extraño y su sistema nervioso actúa de inmediato, estimula las glándulas suprarrenales para que produzcan adrenalina y noradrenalina, con lo que se aumenta la frecuencia cardiaca, enviando más sangre al cerebro, corazón, pulmones y músculos, dilata las pupilas para mejorar la visión, aumenta la glucosa y lípidos en la sangre que servirán como fuente inmediata de energía. También se dilatan los bronquios para recibir más oxígeno y se contraen las arterias de la piel para reducir la pérdida de sangre en el caso de recibir alguna herida.


Felipe se gira hacia la fuente del ruido, con los músculos en tensión, aumenta su tasa cardiaca y respiratoria, aunque él no lo nota porque su mente se concentra en averiguar la causa del ruido, en ese momento lo atacan. Afortunadamente Felipe logra salir ileso y corre a toda velocidad hasta su casa, pero al llegar allí no consigue serenarse, le preocupa la posibilidad de que su atacante lo haya seguido e intente entrar por la fuerza, Felipe no confía en la policía y decide no despertar a sus amigos porque a "fin de cuentas no le pasó nada" sin embargo pasa esa noche en vela, aún meses después le cuesta trabajo dormir y ya nunca camina solo por la noche.


Lo que le ocurre a Felipe, y lo que le ocurre a muchas personas, es que el impulso inicial del miedo a la amenaza, que le fue tan útil para escapar, pasó a ser ansiedad por pensar que seguía en peligro. Cuando la situación amenazante se prolonga por mucho tiempo el cuerpo también produce altas cantidades de cortisol, que está asociado a la depresión y tiene la tarea de reducir algunas funciones corporales para ahorrar energía y potenciar el aumento de glucosa en la sangre.


Altas concentraciones de cortisol pueden resultar útiles si Felipe estuviera en una larga cacería por delante o estuviera en la guerra, y tuviera que ahorrar energías para resistir a una amenaza prolongada, pero se vuelve un problema si la amenaza percibida en realidad es inofensiva, neutra o/y solo una posibilidad ambigua que nunca se materializa.


Al llegar a su casa y aún meses después después, Felipe experimenta ansiedad como resultado de una estrecha interacción entre cuatro factores:

  1. El entorno

  2. Sus pensamientos que interpretan lo que está pasando

  3. Las reacciones fisiológicas de su sistema nervioso ante los pensamientos y el entorno

  4. Lo que él hace para adaptarse de la mejor forma posible ante la situación.


Los pensamientos asociados a la ansiedad suelen ser desagradables y catastróficos que están destinados a causar inseguridad para mantener la tensión y prevenir futuras amenazas. Con frecuencia la mente está tan ocupada evaluando la amenaza que se vuelve difícil concentrarse en otra cosa y tomar decisiones, incluso podría alimentar la idea de que las personas de su entorno notan su torpeza y problemas personales, a veces podría sentir náuseas, insomnio, problemas para respirar, dolor de cabeza, dificultad para tragar y temblores, que son algunas de las respuestas del sistema nervioso.


El tercer componente de la ansiedad se manifiesta en la conducta de la persona, y es aquí precisamente donde la ansiedad se vuelve un impedimento para que Felipe pueda llevar una vida plena y significativa para él mismo. Cuando un persona se siente ansiosa podría ponerse a caminar rápidamente dando vueltas, tener dificultad para hablar, movimientos torpes o repetitivos y otras acciones que responden a un intento de escapar de la ansiedad, pero que realmente no logran su objetivo Aunque Felipe intenta olvidar el asunto, su malestar se va haciendo cada vez más grande y empieza a preocuparse constantemente, la idea de que su atacante podría haberlo seguido y entrar a su casa lo hace sentirse ansioso y para evitar esta emoción dedica cada vez más tiempo a prevenir cualquier escenario en el que esto pueda ocurrir, estas medidas de prevención le ayudan a reducir el malestar por momentos, pero la ansiedad siempre vuelve.


Lo que vive Felipe es lo que suele catalogarse como Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT), y puede ocurrirle a cualquiera que haya vivido una situación altamente estresante, como sufrir o presenciar una violación, un accidente, un asalto o secuestro, un atentado, o combates armados como los soldados en la guerra, todos estos son eventos en los que la supervivencia depende directamente del miedo, pero pasado el peligro es sano volver a la calma.


El miedo de Felipe empezó como una respuesta útil y necesaria de su organismo, pero él se enganchó con la emoción aún después de que había pasado el peligro y esto se volvió una pesadilla, mientras más cosas hacía para evitar las situaciones que le hacían sentir miedo, menos dirigía él mismo su conducta, tomando decisiones guiadas por sus emociones sin tomar en cuenta aquellas cosas importantes para él.


Aproximadamente el 68% de los mexicanos han vivido una situación altamente estresante y aunque la mayoría no llega a sufrir Estrés Postraumático (2.3% en las mujeres y 0.49% en los hombres), si ocasiona sufrimiento para todos, puede afectar seriamente las relaciones personales, el desempeño laboral y la salud física y mental, especialmente si ocurrió en la infancia o la adolescencia.


Es lógico que no queramos experimentar estas emociones, están diseñadas especialmente para que no queramos volver a aproximarnos a las situaciones y la evitación de las emociones desagradables puede ser una solución inmediata, servirá para sentirnos bien por un rato, pero a veces resulta perjudicial a largo plazo.


Pensemos de nuevo en Felipe, que aún meses después del evento ya no soporta vivir en esa casa y decide mudarse a una casa nueva en la que se siente seguro, pero está muy lejos de su trabajo y su círculo social, como le preocupa demasiado la idea de andar solo por la noche, poco a poco deja de pasar tiempo con sus amigos y su novia, antes le gustaba salir de acampada pero ahora le causa ansiedad pasar la noche fuera de su casa. Sus amigos intentan ayudarlo pero él insiste en que no le pasa nada, y empieza a aislarse, lo que termina por causarle una profunda tristeza de la que intenta escapar viendo televisión y aumentando su consumo de azúcares.


Últimamente pareciera que la racionalización y la lógica son los únicos valores que podrán llevar al éxito personal, las emociones desagradables han sido etiquetadas como negativas y estorbosas, pero la realidad es que nos emocionamos porque nuestro organismo quiere seguir existiendo. Y se vuelven un problema cuando, con afán de no sentirlas, las escondemos y las evitamos.


Aceptar y gestionar una emoción desagradable pude tomar muchas formas, cosas tan simples como desbloquear a tu ex de las redes sociales y aceptar que la relación ha terminado, o usar cubrebocas aunque es incómodo aceptando que podrías enfermarte. En el caso de Felipe lo primero será aceptar que sigue asustado por un evento que en realidad, ya no puede hacerle daño. Solo si poco a poco acepta sentir miedo podrá volver a dirigir su vida en la dirección que él desea y vivir plenamente. Pero este cambio tiene que surgir de su propio deseo y aceptación.


Quisiera terminar empatizando con Felipe, quizá te ha parecido una reacción exagerada de su parte, tal vez tengas la equivocada idea de que es demasiado débil y cobarde, o que desde el principio tendría que haber controlado sus emociones. Pero pueden ser muchísimos los factores que lo empujaron a esconder el miedo, las razones que guían nuestra conducta son una intrincada red de aprendizajes y relaciones que surgen de nuestras experiencias.


Todos hemos sentido miedo y a ninguno de nosotros le gustaría sentirse amenazado e inseguro, el truco está en aceptar que tenemos miedo, entender la amenaza de la que esta emoción nos está advirtiendo y dirigir nuestra vida hacia donde nosotros queramos, a pesar del miedo.


"El miedo es natural en el prudente, y el saberlo vencer es ser valiente". Alonso de Ercilla y Zúñiga.




BIBILIOGRAFÍA

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Cedeño, N., Cuenca, M., Mojica, A., & Portillo, M. (2020). Afrontamiento del COVID-19: estrés, miedo, ansiedad y depresión. Enfermería Investiga, 5(3), 63-70. doi:10.31164/enf.inv.v5i3.913.2020

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